David & Goliat: un caso de estudio sobre símbolo, narrativa y la obra creativa auténtica
- bretonamadeus
- 19 abr
- 14 Min. de lectura
Actualizado: 19 may

Uno de los desafíos más recurrentes en la vida de todo creador es entender cómo acceder a la creatividad. ¿Es una habilidad que se entrena? ¿Una metodología que se aplica? ¿O es algo más profundo, más esquivo, más intuitivo? El acto creativo —ese momento en que algo invisible se transforma en una obra significativa— no se deja atrapar fácilmente por la lógica ni por el lenguaje técnico. Es un proceso narrativo que requiere otro tipo de lectura.
Ahí es donde entran el símbolo y el arquetipo. Son herramientas poderosas, no para explicar, sino para revelar. Cuando los conectamos con la obra creativa auténtica, podemos traducir lo intangible de la creación en una narrativa comprensible, inspiradora y útil.
Este texto propone explorar una historia antigua —la de David & Goliat— como un mapa simbólico del proceso creativo, una guía para quienes buscan comprender el trasfondo profundo de la creación de contenidos, el diseño narrativo o la construcción de experiencias significativas—ya sea en el arte, la música, el guión, el diseño, o en cualquier labor donde el alma busca expresarse. No se trata de una secuencia rígida de pasos a seguir, sino de una brújula simbólica: un espejo sensible para que cada creador pueda orientarse en su propio trayecto, reconociendo en cada etapa reflejos de su alma en camino.
Este recorrido no se presenta aquí como lectura religiosa, sino como una estructura creativa que puede resonar profundamente con quienes trabajan en la creación de contenidos, narrativas, piezas audiovisuales o experiencias simbólicas. Cada personaje, cada giro de la historia, encarna un momento del proceso creativo: desde el deseo inicial hasta la entrega, desde la autenticidad hasta la confrontación con el ego, desde el silencio hasta la obra que trasciende.
Así que, querido lector, te pido una apertura de alma. No para entender con la mente únicamente, sino para que el corazón creativo perciba lo que hay detrás de la forma, el juicio o la apariencia. Porque aquí no estamos solo contando una historia. Estamos reconociendo la nuestra.

David & Goliat como espejo simbólico del viaje creativo: un viaje desde el deseo hasta la redención.
0. El contexto: Un pueblo sin rey, una transición en curso
Nuestra historia comienza en un tiempo de tránsito. El pueblo de Israel aún no tiene un rey. El liderazgo está en manos de jueces y profetas, figuras que orientan desde la conexión espiritual más que desde el poder político. El templo de Shiló es el centro de peregrinación y plegaria, un lugar sagrado donde las familias se reúnen cada año para ofrecer sus sacrificios y buscar sentido.
Este momento histórico representa el umbral de una transformación. Hay una estructura que se agota, una necesidad que emerge. El terreno está fértil para algo nuevo, pero aún no tiene forma. En términos simbólicos, esta es la antesala de todo acto creativo: cuando lo conocido ya no basta, y lo que viene aún no se revela. Es ahí donde empieza el viaje.

1. El deseo que no encuentra forma
En medio de ese tiempo de transición —sin rey, con la guía de lo sagrado aún en manos de sacerdotes— hay una mujer que guarda un anhelo profundo. Janá vive bajo el mismo techo con Peniná, quien tiene hijos y lo hace notar. Elkaná, su esposo, la ama, pero no alcanza a comprenderla. Cada año suben juntos al templo de Shiló, y cada año su tristeza se hace más visible. Janá no reclama, no responde: solo llora en silencio. Algo dentro de ella pide nacer, pero aún no tiene forma.
Este momento representa el inicio del proceso creativo: cuando una chispa apenas se insinúa en lo invisible. Janá encarna esa sensibilidad creativa que todavía no se manifiesta. Elkaná es la razón que acompaña, pero no accede al abismo del deseo. Peniná es la presión de la productividad inmediata, lo que el mundo valora. Pero la creación verdadera nace en el vacío. Y en Janá, ese vacío ya arde.

2. El juicio de la forma sobre el fondo
En la casa de Elkaná no hay tregua para el alma silenciosa. Peniná, con sus hijos y su fertilidad visible, lanza palabras punzantes a Janá. No basta con tener, también hay que humillar a quien no tiene. Y Janá calla. Su silencio es más profundo que cualquier respuesta. No se defiende. Solo resiste. Esa herida invisible empieza a latir con más fuerza.
Este momento encarna la tensión entre lo visible y lo invisible. Peniná representa la forma cumplida, el logro que el mundo premia. Es la exigencia externa —y muchas veces interna— de que lo que no se ve, no vale. Janá es el fondo: lo que aún no se expresa, pero ya pulsa. Toda creación pasa por esta prueba. ¿Puede el alma sostenerse cuando todo alrededor exige resultados? Aquí nace la primera fe: creer en lo que aún no se ve.

3. La entrega que activa el canal
Una tarde, después de ser herida por dentro una vez más, Janá sube sola al templo. Se queda de pie, orando sin voz. Sus labios se mueven, pero no sale palabra. No hay discurso, no hay forma, solo una entrega silenciosa. En esa plegaria íntima no hay exigencia. Solo una promesa: si se le concede un hijo, no lo retendrá. Lo consagrará por completo.
Este momento marca un giro profundo. La creatividad auténtica no nace desde la voluntad de poseer, sino desde la entrega. Janá no pide para sí, se convierte en canal. La obra, el hijo, la creación… no es para su orgullo, sino para un propósito mayor. Aquí comienza el verdadero acto creador: cuando el deseo se entrega y el alma se abre a ser vehículo. Es la apertura del canal.

4. El guardián del umbral
Mientras Janá ora en silencio, el sacerdote Eli la observa desde su lugar en el templo. Ve sus labios moverse sin escuchar sonido alguno. No entiende. La juzga. Cree que está ebria. Se acerca para reprenderla. Ella, con suavidad, le responde desde su verdad. Entonces Eli, sorprendido, la escucha. Y la bendice.
Toda historia tiene un guardián del umbral. Es la figura que pone a prueba la autenticidad del deseo. Eli representa al sistema, la estructura, lo establecido. Al principio no reconoce el lenguaje nuevo, lo confunde con desorden. Pero cuando la entrega es genuina, cuando el deseo es real, incluso la estructura se transforma. En el proceso creativo, este momento es clave: cuando el mundo externo primero rechaza… y luego abre la puerta.

5. La semilla en lo invisible
Janá regresa a casa. No hay señales visibles de cambio. Aún no hay hijo, ni certeza externa de que su plegaria haya sido escuchada. Pero algo en ella ha cambiado. Se levanta, se lava el rostro. Ya no está triste. Ha soltado la carga, y en su lugar, algo nuevo ha germinado por dentro.
Este momento marca el instante en que la semilla se planta en lo invisible. Todavía no hay forma, pero ya hay dirección. El deseo se ha transformado en certeza interior, en confianza profunda. En el camino creativo, es el punto donde se siente que la obra ya comenzó… aunque los ojos no puedan verlo. Es fe, intuición, y una primera señal de que el alma ha abierto el canal.

6. El tiempo de maduración
El tiempo pasa. Janá da a luz a un niño, y lo llama Shmuel. Pero no lo entrega de inmediato. Lo cuida, lo alimenta, espera a que crezca lo suficiente para ser destetado. Solo entonces, cuando su cuerpo y su voz han ganado fuerza, lo lleva al templo. Lo deja allí, como había prometido.
Este capítulo del proceso creativo revela que no todo se entrega apenas nace. La obra también necesita madurar, tomar forma, fortalecerse antes de exponerse al mundo. Es el respeto por los ritmos internos, por el crecimiento silencioso. Crear no es solo dar a luz: es saber cuándo soltar, y cuándo esperar.

7. La entrega total
Cuando Shmuel tiene la edad suficiente, Janá cumple su palabra. Sube al templo, lo toma de la mano, y lo entrega a Eli, el sacerdote. “Este es el niño por quien oré”, le dice. “Ahora lo entrego para que sirva todos los días de su vida”. No hay lágrimas de apego, sólo una certeza serena: su promesa se ha cumplido.
Este momento representa uno de los actos más poderosos del camino creativo: soltar la obra. Janá no retiene lo que gestó con tanto anhelo. No lo protege como posesión ni lo exhibe como logro. Lo entrega. En este acto, la creatividad se revela como canal, no como conquista. Crear es dar, y dar es liberar. Lo auténtico no se encierra: se comparte.

8. El deseo se vuelve voz
Shmuel crece en el templo, bajo el cuidado de Eli, rodeado de rutina, estructura y silencios largos. Una noche, mientras duerme, una voz lo llama. Cree que es Eli, pero no lo es. Es otra Voz. La Voz. Esa que no proviene del mundo exterior, sino de lo más hondo. Shmuel escucha, y responde: “Heme aquí”.
Este momento marca un giro decisivo: cuando lo que fue deseo, plegaria y silencio, se convierte en llamado. Shmuel ya no es solo el fruto de un anhelo; ahora es canal. En términos creativos, es cuando la intuición se transforma en dirección, cuando la chispa toma conciencia de su propósito. El templo representa el sistema, Eli la tradición, pero la Voz irrumpe más allá de ambos: habla directo al alma.

9. El llamado toma forma
Con el paso del tiempo, Shmuel es reconocido como profeta. Su palabra tiene peso. Pero el pueblo quiere algo más: le piden un rey. No quieren seguir guiados solo por la voz interna, por el susurro profético. Quieren una figura visible, un líder de carne y hueso, como las otras naciones. Shmuel, con pesar, accede. Y entonces, la historia del reinado comienza.
Este momento encarna un giro fundamental en todo proceso creativo: cuando la intuición debe tomar cuerpo. Cuando lo que era visión sutil, búsqueda interior o impulso espiritual necesita asumir forma, estructura y sistema. Es el paso de la idea al proyecto. Pero también es una encrucijada: la forma puede honrar el fondo, o puede desviarse de él. Aquí comienza esa tensión.

10. La forma sin esencia
Shaúl es elegido como el primer rey. Su apariencia impresiona: alto, fuerte, de porte majestuoso. A los ojos del pueblo, parece la elección perfecta. Pero muy pronto, su reinado revela una grieta. Toma decisiones apresuradas, desobedientes, buscando más aprobación que propósito. Su liderazgo empieza a desconectarse de su raíz interna.
Desde lo simbólico, Shaúl representa la creación que luce bien, pero que ha perdido el centro. Es la forma que no nace de la verdad, sino del deber ser. Es el proyecto que responde a expectativas externas, pero que no está alineado con la voz profunda. En el camino creativo, este paso nos recuerda que una obra sin alma puede sostenerse un tiempo, pero termina vaciándose. Porque sin raíz, la forma se desvanece.

11. El hallazgo de lo auténtico
Cuando Shaúl pierde su vínculo con la esencia, Shmuel recibe la instrucción de buscar al nuevo rey. Va a escondidas a la casa de Ishai, y uno a uno, los hijos mayores desfilan ante él. Todos parecen candidatos ideales: altos, fuertes, con presencia. Pero no. El verdadero elegido es David, el menor, que ni siquiera fue llamado al principio. Está en el campo, cuidando ovejas. Shmuel lo ve, y algo se enciende.
Este momento marca el hallazgo de lo auténtico. David representa la creación cultivada en el anonimato, la verdad que se forma lejos de la mirada pública. No impresiona por fuera, pero su fuerza está en lo invisible. En el camino del creador, este paso nos habla del reconocimiento de la voz propia. Esa que no compite, no se impone, pero que, cuando es llamada, irradia verdad.

12. El salto de fe
Después de años en el anonimato, David llega al campo de batalla. El ejército de Israel está paralizado por el miedo. Goliat, un guerrero filisteo gigantesco, lanza desafíos diarios que nadie se atreve a responder. David, apenas un joven pastor, se presenta ante el rey y ofrece enfrentarlo. Rechaza la armadura y la espada. En su lugar, toma una honda y cinco piedras. Camina hacia el gigante, lo derriba con un solo disparo y lo vence.
Esta escena representa el momento en que la creatividad auténtica enfrenta al sistema del miedo y la forma impuesta. David no se defiende con las herramientas del poder convencional, sino con su verdad interna. Este es el salto de fe del creador: confiar en que la coherencia vale más que la fuerza, que la autenticidad puede vencer a los gigantes. La piedra no es solo un arma: es un símbolo. Es la expresión precisa de una fuerza interior que se atrevió a ser lanzada.

13. El exilio de la autenticidad
David, tras vencer a Goliat y ganar el favor del pueblo, comienza a brillar con luz propia. Su popularidad crece, sus gestas se celebran, y su presencia se vuelve cada vez más significativa. Pero esa misma luz despierta la sombra. Shaúl, el rey, siente amenazada su posición. La admiración se convierte en celos, y los celos en persecución. David, que antes tocaba el arpa para calmar al rey, ahora debe huir. Comienza su exilio: de palacio a desierto, de tribu en tribu, escondido, desplazado, sin un lugar fijo, sostenido apenas por la fidelidad de unos pocos.
En el proceso creativo, este es el momento en que la autenticidad —una vez revelada— es rechazada por el sistema. La obra que nace del alma puede entrar en conflicto con las estructuras que la rodean. El exilio de David no es solo físico: es la etapa en la que el creador auténtico debe proteger su llama lejos del centro, resistir sin imponerse, y guardar la esencia mientras el mundo se ordena para recibirla. Es el retiro necesario para madurar la verdad sin contaminarla.

14. La cueva: poder y contención
En su huida, David se esconde en una cueva. Allí, por un giro del destino, Shaúl entra sin saber que David lo observa desde las sombras. Los hombres de David lo animan a atacar, a tomar el trono por la fuerza. Pero él solo corta un pedazo del manto del rey. Luego, cuando Shaúl se aleja, David lo llama y le muestra el fragmento. No desea su muerte, ni su caída. Solo quiere que sepa que no es su enemigo. Saúl, conmovido, reconoce la nobleza de David y anticipa su futuro reinado.
Esta escena es un símbolo poderoso del poder contenido. La cueva representa el útero del proceso: lo oculto, lo íntimo, el lugar donde se toma la verdadera decisión creativa. David no actúa desde el impulso ni desde la urgencia. Contiene su fuerza, escucha su conciencia, y revela que el verdadero liderazgo no se impone: se honra. En la trayectoria creativa, este momento encarna la madurez que elige no apresurar la obra, que prefiere esperar el tiempo justo antes que corromper su verdad.

15. La coronación interior
Shaúl, herido en batalla, decide caer sobre su propia espada antes de ser capturado por los filisteos. Su muerte pone fin a un reinado desconectado del propósito. Con él fuera del camino, el pueblo reconoce a David como rey. No llegó al trono por ambición, sino por fidelidad, paciencia y silencio. El ungido en la sombra se convierte ahora en soberano a plena luz.
En términos simbólicos, esta coronación representa el momento en que la autenticidad encuentra su lugar en el mundo. Es el reconocimiento de lo verdadero, no por imposición, sino por coherencia. Creativamente, es el punto en que la obra nacida del alma alcanza su forma y su lugar: no como conquista, sino como consecuencia.

16. El establecimiento de la obra
David asciende a Jerusalén y establece allí su residencia. Conquista la ciudad y la convierte en el centro político y espiritual de su reinado. Allí traslada el arca, y en medio de cantos y danzas, instala el tabernáculo. Este momento marca una transición definitiva: el reinado ya no es promesa ni proceso, sino realidad. La ciudad lleva su nombre. La obra ha tomado raíz.
A nivel simbólico, este es el instante en que la creación auténtica encuentra su lugar en el mundo. No solo ha sido gestada y validada, sino que ha sido sostenida en el tiempo, reconocida por otros, y anclada en un territorio. Es la diferencia entre una chispa y un fuego sostenido. Aquí, el creador no solo ha dado a luz su verdad: ha sabido custodiarla, organizarla, encarnarla. Jerusalén, la ciudad elevada, representa ese espacio donde la visión se vuelve estructura viva. No es aún el final del camino, pero sí un punto irreversible: la autenticidad ya no es una búsqueda, sino un lugar habitado.

17. La maestría: la redención como destino
El reinado de David no está exento de errores. Comete faltas graves, enfrenta consecuencias profundas, y atraviesa momentos de dolor y arrepentimiento. Pero no se rompe. Aprende. Su trayecto no es de perfección, sino de transformación. De esa madurez nace su hijo Shlomó, símbolo de sabiduría, equilibrio y síntesis.
Desde lo simbólico, este es el punto en que la creatividad alcanza su forma más depurada: cuando ya no solo expresa, sino que comprende. Es la obra que ha pasado por la sombra, que ha conocido el abismo, y aún así se vuelve luz. La maestría no es el final perfecto, sino la redención que transforma toda caída en camino.

Epílogo: donde el alma creadora se reconoce en su narrativa
Este recorrido no ha sido solo una lectura de una historia antigua. Ha sido una búsqueda. A través del símbolo y el arquetipo, hemos seguido el pulso de un alma creativa: su deseo, su espera, su entrega, su lucha, su revelación. No se trata de David, ni de Shmuel, ni de un pueblo antiguo. Se trata de nosotros. De esa parte interna que busca forma, que duda, que confía, que cae, que se levanta y que crea.
Este texto es, en esencia, una síntesis narrativa y simbólica. Una lectura que intenta destilar lo esencial del recorrido creativo desde el alma. Pero la profundidad de estos relatos —su textura simbólica, su construcción arquetípica— exige un estudio aún más riguroso para ser comprendida en toda su amplitud. Este artículo no agota el misterio: apenas lo señala.
En el símbolo, el alma se reconoce. En el arquetipo, el corazón intuye. Y es la mente la que, poco a poco, lo refina y lo entreteje hasta volverlo real. Porque crear no es solo producir. Es transformar. Y en esa transformación, también somos transformados.
El futuro, desde esta visión, no está adelante, sino en lo profundo. El porvenir del alma creativa no es un lugar nuevo, sino un retorno: volver a la raíz, a lo esencial, a lo que nunca dejó de ser. Solo desde ahí, lo nuevo puede nacer.
"Las ramas siempre buscan sus raíces." - David HaOhr
Recursos complementarios
Para quienes deseen profundizar en los temas simbólicos, narrativos y creativos explorados en este texto, aquí algunos recursos que amplían el horizonte:
Narrativa, símbolo y arquetipo
“El poder del mito” – Joseph Campbell (entrevista con Bill Moyers)Una conversación esencial sobre los mitos, los arquetipos y su relación con la experiencia humana y creativa.
Introducción a los arquetipos de Jung – VeryWell Mind (en inglés) Breve pero clara explicación de los arquetipos junguianos más relevantes.
Entrevista: Elizabeth Gilbert y la creatividad como canal – On BeingUna conversación profunda sobre el acto de crear desde el misterio, la intuición y el deseo verdadero.
Estudios bíblicos simbólicos y narrativos
“Lecturas simbólicas de la Biblia” – Francesca Aran Murphy Una exploración teológica que se acerca a los textos bíblicos desde la metáfora y la narración arquetípica.
Shiloh en la historia bíblica – TheTorah.comAnálisis del simbolismo de Shiló y su rol como centro espiritual previo al Templo de Jerusalén.
El simbolismo del duelo entre David y Goliat – Biblical Archeology SocietyPerspectiva arqueológica y literaria del enfrentamiento como mito fundacional.
Creatividad auténtica y storytelling
“The Creative Act: A Way of Being” – Rick RubinUn manifiesto introspectivo sobre la creatividad como camino espiritual y ético.
“Story” – Robert McKeeUn clásico para quienes trabajan con narrativa estructurada, especialmente en guión y cine.
Narrar lo sagrado: el storytelling como territorio de sentido para las marcas – Daniel Bretón
Un enfoque sobre cómo lo sagrado y lo simbólico pueden integrarse al diseño narrativo contemporáneo, generando contenidos auténticos con propósito, profundidad y resonancia. Leer el artículo completo
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