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Contar el 9 de abril: una responsabilidad creativa con la memoria en Colombia

  • Foto del escritor: bretonamadeus
    bretonamadeus
  • 9 abr
  • 6 Min. de lectura

Actualizado: 25 abr

Televisor antiguo con la imagen de Jorge Eliécer Gaitán proyectada en la pantalla, como símbolo visual de la memoria colectiva del 9 de abril en Colombia
La memoria también se proyecta: en una pantalla, en la decisión de no olvidar.

Cada 9 de abril, Colombia recuerda, o intenta recordar, una herida que sigue abierta. El asesinato de Jorge Eliécer Gaitán marcó un quiebre que aún atraviesa nuestra historia. Sin embargo, su memoria parece diluirse entre monumentos abandonados y relatos no contados. Como documentalista y productor narrativo independiente, me pregunto: ¿qué papel jugamos quienes narramos?


Este blog es una invitación a repensar el 9 de abril desde la responsabilidad creativa, entendida no solo como un deber con la memoria, sino como una oportunidad para desarrollar relatos que conecten con el público, construyan identidad y generen impacto cultural, social y también económico.


Entrada descuidada de la Casa Museo Jorge Eliécer Gaitán, símbolo del olvido en la memoria urbana de Bogotá
Un monumento olvidado es también una historia no contada.

Teusaquillo: una imagen del olvido


La cámara avanza despacio. Cruza la calle. Al fondo, una reja vencida, torcida como si ya no quisiera guardar nada. El letrero metálico cuelga sucio, casi ilegible, tapado por años de polvo y olvido: Casa Museo Jorge Eliécer Gaitán. Nadie lo nota. El tráfico pasa. Nadie lo nombra.

El plano se acerca al busto. El bronce ennegrecido, los ojos apagados. Detrás, la estructura de ladrillo rojo se abre como una promesa incumplida. El monumento de Salmona. Vacío. Silencioso. Sin niños, sin relatos, sin nadie que pregunte qué pasó.


Una hoja seca cruza el encuadre. El viento apenas mueve el pasto crecido entre los ladrillos. Y entonces, la pregunta se instala: ¿cómo se cuenta un país que prefiere olvidar?¿Dónde están las historias que no nos atrevimos a narrar?


Bogotá durante el 9 de abril de 1948, tranvia en llamas tras el asesinato de Galan.
En esta imagen no hay nostalgia: hay una urgencia narrativa que sigue vigente.

El 9 de abril: la fractura que partió el relato

Del asesinato de Gaitán al inicio de La Violencia


Todo cambió en cuestión de minutos. A la una de la tarde, en pleno centro de Bogotá, una bala apagó la voz de Jorge Eliécer Gaitán. Lo que siguió fue fuego, gritos, piedras, caos. Pero más allá de la revuelta urbana y los edificios incendiados, lo que se rompió ese día fue algo más profundo: la posibilidad de creer en un país distinto.


El 9 de abril de 1948 no fue solo el asesinato de un líder popular. Fue el corte abrupto de un relato colectivo que venía construyéndose desde la palabra, desde las plazas, desde la esperanza. Fue la entrada violenta a una etapa marcada por el miedo, la represión y la guerra.


Esa fractura —emocional, política, simbólica— no ha terminado de cerrarse. Lo que vino después sería conocido como La Violencia: una época de horror extendido, de cuerpos sin nombre en los campos, de familias huyendo con lo poco que podían cargar. Y lo más inquietante es que, en lugar de narrarla, muchas veces optamos por enterrarla.


Pero las heridas que no se cuentan no se cierran: se transforman.En odios heredados, en silencios estructurales, en ciclos de venganza.


La Violencia no fue un episodio aislado, fue el inicio de una cadena que desembocó en el conflicto armado más largo del continente. En cada guerrilla, en cada masacre, en cada desaparición, hay ecos del 9 de abril. Y si hoy seguimos buscando verdades, es porque todavía estamos viviendo dentro de una historia que no supimos narrar a tiempo.


El cine no la ha abrazado, la televisión apenas la roza, los contenidos digitales la esquivan.Como si el silencio nos protegiera del trauma.Como si no contarla nos salvara de revivirla.

Pero contar no es revivir: es resignificar.Es decir “esto pasó” con la mirada firme y el corazón abierto.Es construir memoria para evitar repetirla.


Fotograma del documental “Nuestra voz de tierra, memoria y futuro” de Marta Rodríguez, representación audiovisual de la memoria colectiva desde los pueblos indígenas en Colombia
Marta Rodríguez narró lo que muchos esquivaban: la memoria desde el territorio, el cuerpo y la resistencia colectiva.

El silencio de las pantallas: una deuda audiovisual con la memoria


Pasan los años, pero el 9 de abril sigue sin ocupar el lugar que merece en nuestras narrativas visuales. No hay películas que lo cuenten con profundidad. No hay series, no hay webdocs, no hay especiales interactivos que acerquen a las nuevas generaciones a ese punto de inflexión.

Es como si la industria audiovisual le hubiera dado la espalda a uno de los momentos más determinantes de la historia colombiana.


Y sin embargo, no partimos de cero.


El cine colombiano ha intentado, desde distintos lenguajes, acercarse al conflicto y a la violencia estructural que lo atraviesa. Documentalistas como Marta Rodríguez han dejado huellas profundas con obras como Nuestra voz de tierra, memoria y futuro. Más recientemente, películas como Violencia de Jorge Forero o Alias María de José Luis Rugeles han abierto fisuras desde la ficción para nombrar lo innombrable.


Esos gestos narrativos existen, y son valiosos. Pero aún así, el 9 de abril sigue siendo un vacío.

Desde mi lugar como documentalista y productor narrativo independiente, no lo digo como crítica, sino como reflexión: ¿qué hace que un hecho tan determinante permanezca casi invisible en nuestras pantallas?¿Será que aún no encontramos la forma?¿O será que todavía nos cuesta mirar directamente a las raíces?


Contar no es solo recordar. Contar es hacer lugar.Y si elegimos hacerlo con enfoque ético, sensibilidad visual y compromiso con la verdad, podemos abrir un camino donde lo que hoy falta, mañana transforme.



Representación de Jorge Eliécer Gaitán sentado en la mesa de su casa la mañana del 9 de abril de 1948, en un momento de calma antes de su asesinato
No existe esta imagen en los archivos. Pero hoy, con inteligencia artificial, podemos imaginarla. Crear con sensibilidad lo que la historia nunca retrató.

Industria creativa y memoria colectiva: entre ética, tecnología e identidad


Hablar de memoria no es solo una tarea del pasado.Para quienes trabajamos en la industria creativa, es también una puerta hacia el futuro.


Porque cada relato que decidimos construir, cada historia que traemos a la luz, puede convertirse en un punto de encuentro entre generaciones, en una forma de sanar, de entendernos, y de construir identidad.


El 9 de abril, como hecho histórico, nos abre una posibilidad narrativa inmensa: una oportunidad para volver sobre nuestros orígenes y, al mismo tiempo, imaginar futuros posibles.

Y lo que antes podía parecer complejo o inalcanzable —por falta de archivos, de recursos o de tecnologías— hoy puede abordarse desde nuevas herramientas.


La inteligencia artificial en el storytelling, por ejemplo, nos ofrece caminos inéditos para recrear escenarios, recuperar voces, diseñar experiencias inmersivas que mezclen historia, emoción y conocimiento.


Hoy tenemos la capacidad técnica, creativa y ética para producir piezas que no solo entretengan, sino que eduquen y conecten.Que ayuden a narrar lo que fuimos, pero sobre todo, a preguntarnos quiénes queremos ser.Porque la memoria también se puede contar con belleza, con ritmo, con una estética que conmueva.


Desde el documental, el branded content con sentido social, la narrativa digital o el diseño transmedia, la industria creativa tiene en sus manos una oportunidad valiosa:no solo dar testimonio del país que hemos sido, sino co-crear el relato del país que estamos imaginando.


Y esa es una posibilidad profundamente inspiradora.




Fotografía de archivo de Jorge Eliécer Gaitán pronunciando un discurso político, símbolo de liderazgo y memoria histórica en Colombia
La palabra de Gaitán aún resuena. Recordarla es también una forma de no olvidar lo que el país pudo ser.

Cierre: narrar para no olvidar


Recordar el 9 de abril no es solo un gesto de conmemoración.Es una decisión narrativa. Una elección de país.


Hoy, con las herramientas, los lenguajes y las posibilidades que tenemos, la pregunta ya no es si podemos contar estas historias, sino si estamos dispuestos a hacerlo con la sensibilidad, la profundidad y la responsabilidad que merecen.


Como documentalistas, realizadores, creativos, comunicadores —o simplemente como ciudadanos que creen en el poder de las historias— tenemos algo más que cámaras y plataformas:tenemos la capacidad de construir memoria viva.De encender preguntas.De generar identidad.


Porque lo que no se nombra, se borra.Y lo que se borra, se repite.


Contar también es cuidar.


¿Y tú, desde dónde estás narrando?Abramos esta conversación.Sumémonos a imaginar los relatos que aún faltan por contar.


Recursos


Para seguir explorando las ideas que atraviesan este artículo —la memoria, la narrativa, la responsabilidad creativa, y la historia del 9 de abril— comparto aquí una selección de lecturas, películas y documentos relevantes.



Documentalismo colombiano y narrativas de resistencia


Película emblemática de Marta Rodríguez y Jorge Silva que narra la lucha indígena desde el territorio y la palabra.

Ficción colombiana que aborda el conflicto armado desde la mirada de una niña combatiente.

Narrativa, ética y responsabilidad creativa


  • “Contar es resistir” – CNMH Sobre la importancia de la narrativa como forma de resistencia y reconstrucción de memoria.

  • El cine colombiano y la memoria histórica – La Silla Vacía Reflexión crítica sobre la relación entre cine, violencia y memoria.

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